Luego de mucho insistir, finalmente salió fecha y hora para la primera dosis de la vacuna. Con el pavor que le tengo a los pinchazos, igual tuve que ir. Era una buena causa: hubo miles y miles que fueron vencidos por el virus y dejaron este mundo antes que llegaran estas vacunas al Perú.
El día empezó con la impresión de los formatos. Me alisté y a golpe de 2pm ya estaba en la cola. Mientras esta avanzaba veía los autos ir y venir por la avenida y la multitud que hacía cola ya adentro del local. Un encargado repartía hojas y ahí me di cuenta que me iban a aplicar la Sinopharm, a diferencia de mamá, que le pusieron dos veces la Pfizer. Ya no había escapatoria (?). Los que no llenaron los formatos en casa (como yo) aprovecharon para llenarlos usando los banquitos y en algunos casos las espaldas de sus acompañantes como soporte. También estaban los vendedores de lapiceros y mascarillas, pero yo ya tenía.
Hasta que nos hicieron parar una vez más y seguimos acercándonos. En pleno recorrido, un chico aprovechaba la espera para sintonizar el San Martín - Universitario. Esperaba ver algún conocido, pero no pasó nada. Finalmente a golpe de 4:30 pm ya estábamos en el partidor para ser vacunados. Nos citaron en grupos de cinco: yo fui el último. Para no incomodar y a la vez ganar tiempo, tuve que sacarme la polera y quedarme en polo de manga corta.
Tras el pequeño descanso de rigor emprendí la retirada. Lo bueno fue que la "motivación" me esperaba en la mesa. Habían preparado caucau (de pollo, el otro no me gusta) y me devoré el plato. De ahí a esperar tres semanas para la segunda dosis y así asegurar que el "bicho" no me tumbe. Eso sí, siempre tuve la predisposición para ir y recibir esta y la siguiente dosis.
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