Las cosas quedaron
listas y había que salir para cumplir el sueño: llegar a Machu Picchu. En el
camino al lugar de donde salen los colectivos tuve que pasar por una calle que
no tenía luz. Lo peor era que si bien en ese momento ya no estaba lloviendo,
todas las calles estaban empapadas.
Un rato a esperar a
que se llenara la miniván y partimos hacia Ollantaytambo. El conductor hizo el
recorrido bastante rápido, pero por suerte no se produjo una desgracia. Además, saliendo de Cusco ciudad la iluminación era escasa.
En una hora y algo más
llegamos a la misma estación. Tras algunos minutos de hacer la cola, nos dimos
cuenta que por ahí no era. Al tener el boleto a la mano (la tarjeta de
embarque), pude entrar directo, pero como mi tren salía en más de una hora,
terminé en la sala de espera.
En la sala había un
mostrador y una lista de precios y una pantalla mismo aeropuerto o terrapuerto
que indicaba las llegadas y salidas. Estábamos con la señora de la limpieza y
algunos pasajeros que entraban y salían, porque solo querían ir al
"ñoba". Luego entró otra señora, quien sí se quedó. Hasta un perro,
que entró moviendo la cola y con las mismas salió. Lo hizo dos veces, pero en
la segunda "pasada" se echó unos minutos a descansar: incluso unos
segundos entró otro perro y se pusieron a jugar.
Un detalle era que si
bien en Ollantaytambo no llovía, hacía un frío terrible. Tenía puesta casaca,
gorra y guantes, pero aún así entraba. Ahí sí quedaba claro que el frío de Lima
no era tal. A golpe de las 5:30 ya
había más gente en la sala, mientras los perros citados seguían jugando. Luego
nos llamarían para abordar el tren. Presentar el boleto y DNI y adentro todos.
Como en cualquier torneo de fútbol que empieza con fase de grupos, nos
acomodaron de a cuatro en función al número de boleto. Dos a dos frente a
frente y al medio una mesa de madera. Curiosamente, al igual que en el viaje al
Cusco desde Lima no había nadie a mi costado, pero sí al frente.
Exactamente a las
06:10 partió el tren. El recorrido duró casi hora y media. Un grupo se bajó en
la estación Hidroeléctrica para continuar rumbo a Mapi por otra ruta. Había la
opción de consumir bebidas y snacks (Inca Kola, café, Snickers, M&M, etc.)
pero de los que pude ver casi nadie pidió. Las señoras del frente habían traído
café y se la pasaron conversando todo el viaje, mientras yo solamente miraba
por la ventana, donde corría el río y había sembríos de maíz. Había comprado un
par de barras de cereal la noche anterior: empecé a comer una y reservé la otra
para la caminata. Como había decidido no
dormir antes de salir, dormía a ratos en el tren. Todos los mensajes a los
pasajeros eran en español e inglés. También pasaban música alusiva al Cusco,
como algunos temas de William Luna.
El tren llegó a la
estación y todos se fueron por su lado, aunque el lugar al que queríamos llegar
era el mismo. Era el momento de conocer la Plaza de Aguas Calientes, que se
veía tal y como en los vídeos. La gente hacía cola para tomarse fotos con la
figura del cóndor. Antes de llegar había que cruzar un puente cuyas barandas
estaban llenas de candados. Ahí también hubo fotos.
Como tenía tiempo para
llegar a Machu Picchu, pude hacer otras cosas antes de empezar la caminata. El
distrito tiene su liga de fútbol y estadio. Pues bien, aunque no eran partidos
oficiales, en el momento que pasé por ahí estaban jugando. Además, habían instalado
juegos infantiles en el mismo campo de juego (en apariencia no perjudica nada,
puesto que la temporada de fútbol ya acabó y el campo es sintético). Lo curioso
era que detrás de una tribuna había un bulevar: para ser más detallado, debajo
de los dos sectores en los que se dividía la tribuna había puestos de venta de
anticuchos, emoliente, hamburguesas, etc.
A las 8:28 empezó la
caminata rumbo al santuario. Podía comprar el boleto para hacer el recorrido en
bus, pero no lo hice (considero que el precio es alto para un tramo
relativamente corto). Así, la caminata empezó a buen ritmo (sin correr) hasta
llegar a la garita de control. No me dejaron traspasarla, pero solamente porque
como mi entrada era a las 12, tenía que pasar mínimo a las 11, y al faltar algo
de dos horas tenía que quedarme ahí nomás.
No quise volver al
pueblo, por lo que me quedé sentado en una de las bancas. Aparte hacía calor, y
eso me puso mejor, a diferencia de la lluvia que tenía que aguantar cuando
salía en Cusco. Traté de escuchar radio: pude captar la señal de unas cuatro,
pero ninguna de alcance nacional. Además veía a los que regresaban de la visita
("Mapi" abre a las 6:00) y a los buses que cruzaban el puente que estaba cerca. Finalmente, la
caminata se reanudó a las 9:58, con la autorización del guardia. Así, proseguí
mi marcha sin mayor problema en los primeros metros, pero después vendría lo
bueno: había que subir cantidad de escalones para llegar a la puerta del
santuario.
Haber subido y bajado
tanto en los últimos días me daba una idea de lo que podía pasar. Tenía mi
botella con agua, lo que me ayudaba a recuperar energías. En muchas ocasiones
el camino a pie se cruzaba con la pista, puesto que el bus hacía el recorrido
como en zigzag. Ya estaba en "competencia" con un mexicano, que venía
con una chica y estaban haciendo hora cerca de la garita porque también
entraban a las 12. A veces yo lo dejaba atrás y viceversa. Un detalle era que
cuando te cruzabas con la gente que venía bajando te decían "hola".
No pude llevar la cuenta exacta, pero con seguridad fueron más de nueve.
Recuerdo que la primera fue una gringuita. Y no todos necesariamente hablaban
castellano.
A las 11:02 llegué a
la puerta del santuario y celebré. Había pasado una hora de full exigencia
física y la meta se había logrado. El mexicano llegó tres minutos después. Sin
embargo, como la hora de entrada era 12, había que esperar.
** Lo que sucedió
dentro de Machu Picchu no se puede contar, no porque sea mala, sino
porque al estar en un lugar tan imponente es difícil describirlo con palabras**
El camino de regreso a
Aguas Calientes resultó algo más complicado y hasta doloroso (para mis pies).
Había chicos que hacían la bajada como si nada: eran escolares y probablemente
acostumbrados a esos trotes.
Un grupo de turistas
extranjeros hicieron el camino a pie desde la garita al pueblo. En la búsqueda de un
lugar para almorzar encontré uno en el que me hicieron subir al segundo piso.
Ofrecían entrada, segundo y postre (otros también, pero el problema era con la
entrada, las que ofrecía no me gustaban (?)). Por cómo fue la atención, este será el point la próxima vez que
vaya.
Tras horas de estar
sin hacer nada, llegó la hora de abordar el tren local a Ollantaytambo. El tren era
parecido al de vuelta en lo que se refiere a la distribución de asientos, salvo
que no había mesita al medio. Me dijeron que iba a viajar como en el
Metropolitano, pero no vi a nadie parado. Cerca habían cuatro chicas con buzo
escolar (todas se durmieron en el camino) y a mi costado otra chica, que fue a
la ventana. El recorrido se hizo sin problemas salvo un par de dormidas y una
mariposa que la chica de mi costado espantó. Y como en el hospedaje yo había
visto el capítulo de Bob Esponja en el que creía que una mariposa (el
"monstruo") se había comido a Gusanito (cuando en realidad era
Gusanito luego de la metamorfosis), me asusté, pero no al punto de gritar. El
tren llegó cerca de las 11:30 a Ollantaytambo y luego a abordar la miniván para
regresar a Cusco ciudad. El recorrido terminó en la plaza Cusipata, pasada la
medianoche. Ya no llovía, pero el frío seguía. Y con todo llegué al hospedaje
habiendo cumplido uno de mis grandes sueños.
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