En menos de una semana pasó todo esto. Como todos los domingos, yo hacía hora viendo Facebook cuando de repente "tropecé" con una publicidad de una carrera 5K en Los Olivos. La "propuesta" era interesante: además de ser gratuita, ofrecía un recorrido por lugares que ya conocía. Así, aunque esperé al día siguiente, logré inscribirme.
La experiencia de haber subido y bajado cualquier cantidad en el Cusco me daba una idea de lo que podía ser esta carrera, aunque esta era en el llano y sin cambios bruscos de altura. La ruta era El Trébol - Angélica Gamarra - Universitaria - Antúnez de Mayolo - Carlos Izaguirre. A modo de reconocer el trazado, hice el recorrido a pie dos veces. En uno de ellos recogí el kit, que incluía un polo, mi número e imperdibles.
A golpe de 7 am ya estaba en el lugar de concentración. No había ningún conocido. Algunos conversaban, otros simplemente esperaban la hora de partida y un grupo más pequeño hacía el denominado calentamiento. El grupo de corredores crecía a medida que se acercaba las 8, que debíamos salir todos. También estaban los que se inscribieron a última hora. Y para evitar inconvenientes en plena carrera, algunos fuimos al baño.
Luego de cambiarle de lugar al inflable que señalaba el punto de partida, todo quedaba listo para empezar, aunque se había pasado algunos minutos. Llegó el alcalde, hicieron el conteo regresivo y la carrera empezó.
En los primeros minutos todo normal. La pista ya la conocía y el ritmo (para mí) era bueno, pero otros quizás más acostumbrados a estos trotes (o corridas) me empezaron a pasar. La corrida fue sin parar hasta después de girar a la Avenida Universitaria. De ahí, tuve que alternar caminadas con corridas. Solamente llevaba un morral con mi celular, otros lo llevaban en su bolsillo o pegados al brazo: ellos llevaban la cuenta de sus tiempos. Había un tío que me pasó, pero yo para no quedar más rezagado aceleraba y lo volvía a pasar. El "proceso" se repitió hasta que tuvo un inconveniente cerca del mercado de Covida y yo seguí mi camino.
En ningún momento se me ocurrió abandonar la competencia. El objetivo personal era terminar "como sea" y sin parar, aunque con la carrera avanzada veía algunos corredores que caminaban en sentido contrario, posiblemente ya cansados. Antes de llegar a la recta final (como dicen los de Gol Perú (?)) "apareció" la mascota, creo que la superé y con el último esfuerzo llegué a la meta.
Había cansancio y de yapa un dolor de pies terrible. La gente seguía llegando y se tomaba las fotos con el inflable de la meta de fondo. Había ambulancia, un ambiente donde hacían cortes de cabello, masajes para descontracturar y una exhibición de autos antiguos. Luego de la aerotón vino la premiación.
Horas después, ya sin dolor de pies, pude ver la grabación de la carrera. Todo bacán, salvo que la cámara me enfocó caminando por el Palacio de la Juventud y por estar pendiente de la llegada del alcalde no enfocó el momento en que yo terminaba la carrera. No importaba. Había puesto el cronómetro antes de salir y paré el tiempo luego de llegar: aunque sin una cifra exacta, con seguridad hice menos de 33 minutos. Nada mal para una primera vez, más aún si corrió un tipo que toma gaseosa, come hamburguesas, salchipapas y hace poco ejercicio (?). Sin embargo, como después del gusto viene el disgusto, al día siguiente empezó el drama: un dolor terrible de músculos que se acentuaba cuando tenía que bajar escaleras.
Pero en 2024 (ya sin dolor) habrá oportunidad de mejorar el registro. La próxima carrera sería en abril, por el aniversario del distrito, y yo tendría más tiempo de preparación, además de trazarme metas más ambiciosas. Y como soñar no cuesta nada, ¿por qué no pensar en correr una media maratón, como la que hay en agosto?
En los primeros minutos todo normal. La pista ya la conocía y el ritmo (para mí) era bueno, pero otros quizás más acostumbrados a estos trotes (o corridas) me empezaron a pasar. La corrida fue sin parar hasta después de girar a la Avenida Universitaria. De ahí, tuve que alternar caminadas con corridas. Solamente llevaba un morral con mi celular, otros lo llevaban en su bolsillo o pegados al brazo: ellos llevaban la cuenta de sus tiempos. Había un tío que me pasó, pero yo para no quedar más rezagado aceleraba y lo volvía a pasar. El "proceso" se repitió hasta que tuvo un inconveniente cerca del mercado de Covida y yo seguí mi camino.
En ningún momento se me ocurrió abandonar la competencia. El objetivo personal era terminar "como sea" y sin parar, aunque con la carrera avanzada veía algunos corredores que caminaban en sentido contrario, posiblemente ya cansados. Antes de llegar a la recta final (como dicen los de Gol Perú (?)) "apareció" la mascota, creo que la superé y con el último esfuerzo llegué a la meta.
Había cansancio y de yapa un dolor de pies terrible. La gente seguía llegando y se tomaba las fotos con el inflable de la meta de fondo. Había ambulancia, un ambiente donde hacían cortes de cabello, masajes para descontracturar y una exhibición de autos antiguos. Luego de la aerotón vino la premiación.
Horas después, ya sin dolor de pies, pude ver la grabación de la carrera. Todo bacán, salvo que la cámara me enfocó caminando por el Palacio de la Juventud y por estar pendiente de la llegada del alcalde no enfocó el momento en que yo terminaba la carrera. No importaba. Había puesto el cronómetro antes de salir y paré el tiempo luego de llegar: aunque sin una cifra exacta, con seguridad hice menos de 33 minutos. Nada mal para una primera vez, más aún si corrió un tipo que toma gaseosa, come hamburguesas, salchipapas y hace poco ejercicio (?). Sin embargo, como después del gusto viene el disgusto, al día siguiente empezó el drama: un dolor terrible de músculos que se acentuaba cuando tenía que bajar escaleras.
Pero en 2024 (ya sin dolor) habrá oportunidad de mejorar el registro. La próxima carrera sería en abril, por el aniversario del distrito, y yo tendría más tiempo de preparación, además de trazarme metas más ambiciosas. Y como soñar no cuesta nada, ¿por qué no pensar en correr una media maratón, como la que hay en agosto?
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