Hubiera querido empezar con lo que sucedió en las semanas y días previos a la carrera mixta de Independencia del 14 de julio, pero lo ocurrido en dicha prueba acapara toda la atención. Se trató de una situación muy complicada que hasta pudo tener un desenlace fatal.
La carrera empezó unos minutos después de la hora indicada, con uno de los inflables que casi nos cae en la cabeza. Hasta poco más de un kiĺómetro recorrido, el ritmo era bueno, pero de ahí había que ponerle una pausa. Y desde entonces fue más lo caminado que lo corrido, porque empezaba la subida.
Algunos corredores pusieron música, otros se alentaban entre ellos. Hubo gente de todas las edades corriendo. Los "banderilleros" estaban para orientarnos a todos y también para darnos agua. Hasta que llegó la parte más "sufrida" de la carrera: subir escaleras. No eran como las de Castañeda, más bien eran empedradas. Tenía la experiencia de una subida parecida camino a Machu Picchu, pero a pesar de la diferencia de altura, la de la carrera resultó un "suplicio".
La pendiente era bien empinada y correr era un imposible. Una fila enorme se formó para superar tremenda subida. No había mucha baranda para agarrarse y había que ir con demasiado cuidado. Y a esa altura todavía se pueden encontrar viviendas.
Con más de cuatro kilómetros recorridos, el organismo dijo "hasta aquí nomás". Hubo un momento en que estuve a punto de quedarme ciego. La señal era contundente: tenía que desertar. Esto por recomendación de un corredor que justo me seguía los pasos. Yo no quería dar la vuelta y bajar, pensaba que por no llegar a la meta no me iban a dar medalla, pero me dijeron que "igual te van a dar". Así, tuve que resignarme a no poder subir y bajar el cerro, llegar corriendo a la recta final y que la gente me aplaudiera (?).
Tuvimos que bajar hasta donde "terminaba" la pista, pues ahí nos esperaba la ambulancia. Primera vez que entraba a una. Fui bien atendido por los encargados. Doblando y doblando, el vehículo llegó hasta unos metros de la meta, donde ya estaban los corredores que habían terminado.
Una vez en la meta, entraron otros corredores a atenderse: una chiquilla de 17 años, un señor con un posible esguince y una señora que se había caído "cuatro veces" en el cerro. A través de la ventana se veía a los atletas que llegaban y que "presumían" sus medallas. No quise ver y bajé la cabeza.
Ya fuera de la ambulancia, pude recoger mi agua, mi fruta y... mi medalla, pese a no llegar corriendo a la meta. No me la "gané" como los demás, pero era un "derecho" al estar incorporada al dorsal.
Regresé a casa mientras se realizaban las premiaciones. Quedó el sinsabor de no haber terminado la carrera, pero también la promesa de llegar mejor preparado, correr en 2025, superar el punto en el que me quedé y llegar a la meta sin ayuda de los "ángeles de la guarda" que me vieron débil y de una ambulancia.
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