Antes de empezar, habría que aclarar que no se trata de un "nuevo" aeropuerto. Si bien la infraestructura que estuvo por décadas en el lugar fue clausurada (y despedida con todos los "honores" por los trabajadores del aeropuerto), la que acaba de ser inaugurada también forma parte del Aeropuerto Internacional Jorge Chávez. En su momento, cuando reemplazó al que funcionaba en Limatambo, el AIJCH sí era un nuevo aeropuerto.
El aeropuerto "de Lima" (aunque se ubica en el Callao) lleva casi seis décadas funcionando y antaño, cuando venía algún artista famoso u otra celebridad, la gente llegaba casi hasta la pista de aterrizaje. En mis tiempos ya no existía esa figura, puesto que las medidas de seguridad son más rigurosas. Así, solamente podíamos ver los aterrizajes y despegues a través de un vidrio.
Los primeros recuerdos se remontan a fines del siglo pasado e inicios del presente. Una estructura distinta a la que funcionó hasta hace muy poco. Había una "tendencia" de que cada vez que iba siempre había un cambio. También era de registrar las llegadas y salidas guiándome de la pantalla. Llevaba lapicero y hoja y así iba apuntando.
Casi siempre cuando venía lo íbamos a recibir, otras él venía y nos enterábamos después. Pero por lo general, cuando se regresaba al exterior, lo que no podía faltar era el consumo de donuts. Era la mejor despedida posible. Como el pedido era abundante, siempre sobraba alguna y llevábamos para la casa. Minutos después llegaban los abrazos y despedidas de rigor. Y al momento de volver a casa, se sentía que faltaba una persona.
Las primeras veces la persona que viajaba se iba por el primer nivel, con el tiempo y como parte de los cambios, se iba por el segundo, y así fue como surgió la costumbre de los donuts. Como quien hacía hora (aunque desde luego yo no iba a viajar), me entretenía recorriendo las tiendas, entre ellas la de venta de libros, periódicos y revistas. Una vez compré un Condorito ahí, y me dijeron señor. Me sentí halagado (?). En aquel entonces todavía estaba en el colegio. Al ser niño primero y adolescente luego, y al no tener oportunidad de volar, me preguntaba qué cosas podía haber cruzando la puerta.
Hasta que finalmente el "sueño" se hizo realidad. En marzo del 2014, como parte de un viaje a Panamá (mi primera salida al extranjero) con mamá y papá, pude cruzar la puerta. Luego de los controles y chequeos de rigor, subimos al avión (por la manga) y ya estábamos volando. Tal vez en otra oportunidad pueda escribir sobre ello. Al regreso hubo que esperar un poco más para salir al hall principal, pero todo fue sin novedad.
Desde entonces las visitas al aeropuerto se hicieron menos frecuentes, puesto que los familiares a quienes íbamos a recibir o a despedir ya no hacían el "ida y vuelta". Por mientras, el AIJCH se seguía reformando. Hubo un par de visitas posteriores que recuerdo: fueron a fines del 2016 e inicios del 2018, pero ahí nomás, nos puede ganar la melancolía. Incluso entre una y otra, cuando por A o B tenía que pasar por ahí, volteaba o inclinaba la cabeza, para no ver la estructura (lo más visible, la torre de control).
Ya habrá oportunidad de conocer el "nuevo" aeropuerto por dentro, para lo cual deberá haber una ocasión y habrá ir con más cuidado. Qué habrá al otro lado de la puerta de embarque, es otro "misterio". Y me pongo en el lugar de los familiares o amigos que, desde el exterior, lleguen a este terminal, puesto que se habían "acostumbrado" al anterior: seguramente pensarán ¿Esto es el Jorge Chávez?
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